
Cuando nací, una enfermera le dijo a mi padre:
— Ha sido niña.
Inmediatamente me pusieron un nombre de mujer.
TPero no me agujerearon las orejas para insertar unos hilos de oro que explicaran lo que la naturaleza no podía explicar. Mi madre dijo:
— Aún es pronto. No la hagamos sufrir.
Mi madre pragmática en todo, había preparado para mi llegada todo un ajuar de ropas elegantes que pudiera usar por igual fuera cual fuera mi género asignado.
Y así, yo que había nacido persona, me fui convirtiendo en mujer pero tan despacio, que pude darme cuenta.
Ese espíritu práctico de mi madre hacía que la gente al mirarme, con mis ropas neutras y mi pelo oscuro, al dar la enhorabuena, preguntara:
— ¿Es niño o niña?