37 días. Diario literario de una radioterapia

Portada

Me acaban de publicar en la Editora Regional de Extremadura, dentro de la colección ORBITAL que son texto en formato virtual.

Dice en la pagina de descargas:
37 días. Diario literario de una radioterapia es el modelo transparente de una de las posibilidades de la autoficción, pero sobre todo de las posibilidades de la literatura: el relato de un tratamiento tan duro bajo la forma de dietario permite el efecto sanador de aquello que se vive sin entender, pero que en la conjunción de voces reales y leídas adquiere, por una vez, sentido y, sobre todo, sensibilidad. 37 días es, al tiempo, un fragmento de la vida transformada por la literatura y una invitación al diálogo, la contemplación y la gratitud.

Pueden descargar el libro en este enlace: https://extremadura.ebiblio.es/resources/626be51e4e03b70001362a7b

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La importancia de la lectura comprensiva

ElDiario.es

Parece que algunos medios periodísticos han hecho fuertes críticas a las declaraciones del Ministro Garzón en la entrevista que concedió a The Guardian.

Me sorprende, porque al leerla salta a la vista que el Ministro está preocupado por su país, y que además señala algunas zonas como ejemplares, entre ellas dos en las que yo reparto mi vida, como son Extremadura y Asturias. Dice:

“La ganadería extensiva es un medio de ganadería ambientalmente sostenible y que tiene mucho peso en partes de España como Asturias, partes de Castilla y León, Andalucía y Extremadura”

Y aquí estoy yo, una antiespecista, teniendo que salir en defensa de un señor que come carne y que piensa que las personas tenemos derecho a usar a los animales, con moderación, eso sí. Pero es lo único sensato que me parece que se puede hacer, ante las críticas desmedidas que se han vertido hacia él desde el lado de una España que se niega a mirar de frente los problemas. Y mirá que él lo explica clarito:

“Si no actuamos, no será solo el cambio climático con el que nos enfrentaremos, será la triple crisis: la pérdida de biodiversidad, la contaminación y el cambio climático.”

“Sería el final para un país como España. España es un país de la cuenca mediterránea, no es Reino Unido ni Alemania, y la desertificación es un problema muy grave para nuestro país, sobre todo porque depende mucho del turismo. Visitar un desierto no es tan atractivo como visitar la Costa del Sol. ”

Siempre me sorprende que se considere cuestión de ideología un problema obvio, y vuelvo a insistir en que hay cambios que son necesarios y el sistema socioeconómico en el que estamos atrapadas, o en el que convivimos o mal vivimos según quien, es un sistema experto en adaptarse, reinventarse e incluso camuflarse.

Como persona vegana, he visto aparecer una gran cantidad de empresas en los últimos cinco años que dan opciones que no me hubiera atrevido a imaginar hace solo siete años. Cuando dejé la leche hace veinte años me pasé a las infusiones y borré para siempre mi deseo, pero ahora puedo pedir un café con bebida vegetal en casi cualquier bar o cafetería. Hay empresas que exportan a todo el mundo una amplia variedad de quesos vegetales, y la propia Central Lechera Asturiana ha sacado su línea de productos veganos.

En realidad, lo que propone Garzón a la industria cárnica no es desaparecer, es reinventarse, porque hay millones de personas que tienen que comer cada día, y esas personas están deseando disfrutar de sabores tradicionales sin dañar el planeta, para garantizar un futuro a sus descendientes. Además es un momento clave. Estamos en el comienzo del camino con un público creciente que está ávido de nuevas posibilidades, de que se le ofrezcan soluciones sencillas a sus graves problemas de conciencia, de tiempo y de paladar.

Yo misma debo reconocer que demoré en dar el paso al veganismo porque dejar el queso era para mí era tan difícil como para otras personas es difícil dejar de fumar. Esto tiene también su explicación científica porque este derivado de la leche contiene caseína y, durante el proceso de digestión, la caseína se descompone en diferentes sustancias, entre ellas la casomorfina y ese final lo convierte en potencialmente adictivo, pero unas diez veces menos que la morfina, de modo que nos produce un cierto placer, pero muy controlado. Resumiendo mucho, comer queso produce endorfinas que es una droga natural que sintetiza nuestro cerebro y no genera una dependencia peligrosa para nuestra salud.

Hoy me hubiera costado mucho menos dar el paso porque puedo, si quiero, cenar una tabla de no quesos veganos tan variada y deliciosa como las lácteas, el único inconveniente para mi, hoy por hoy, es que además de vegana soy ecologista y la empresa que hace los mejores y más variados no quesos veganos es escocesa, con lo que debo plantearme todo el problema de la contaminación por transporte. De modo que debo conformarme con los no quesos que elaboro yo misma en casa. Ahí tienen una idea de negocio, si los escoceses han podido porque no vamos a poder aquí, tenemos las materias primas necesarias. Actualmente yo los hago de garbanzos (similar al queso fresco), de pipas de girasol, de almendras y de nueces, todos productos nacionales.

Por otro lado, se ha criticado tanto el que las personas veganas abusen del tofu, un alimento que tiene más de dos mil años de historia, pero que nos dicen que es una moda pasajera; que están apareciendo algunas otras opciones como los guisantes texturizados con los que se elaboran los mismos platos que con la soja texturizada, similares a la salsa bolognesa, a las hamburguesas u otros platos en los que sustituye a la carne.

En los últimos años se han puesto de moda los embutidos veganos, como el calabizo. Algo que yo no disfruto porque soy una persona mayor, que dejo de lado los embutidos hace mucho tiempo y probar estas nuevas alternativas es tan realista gracias al uso de las especias, que parece que estás comiendo animales en lugar de un chorizo de calabaza. Claro que cuando escucho las críticas a estos nuevos embutidos, me acuerdo de mi padre la primera vez que probó la patatera y exclamó horrorizado “¡A quien se le ha ocurrido ponerle patata!” Esto es para resumir que ciertamente a todas las personas nos asusta el cambio, y que lo malo de la herencia cultural es que nos da forma, pero a veces es imprescindible cambiar para sobrevivir. Hay personas que tienen que atravesar desiertos y cruzar mares para lograr una vida mejor (empujadas por la emergencia climática en muchos casos), a nosotras solo se nos pide que cambiemos el contenido de nuestro plato por otro de igual valor nutritivo, similar experiencia en el paladar, y con menos coste medioambiental.

Si ya han visto la última de DiCaprio Don’t Look Up entenderán mejor este artículo. Sigo sin ver donde está la ideología en afrontar el problema lo antes posible. Y desde luego, me da pena, sobre todo mucha pena, que personas con estudios universitarios no sean capaces de tener suficiente comprensión lectora, o peor aún, que teniéndola no les importe pasar por necios, solo para desacreditar a un oponente político.

Escribo esto y ustedes pensarán, es normal que lo defienda porque la cercanía ideológica-partidista, no quiero que se equivoquen. Escribo esto porque me enoja la situación, lo hago en paz con mi conciencia, pero Garzón no tiene mi voto.

COP26 en noviembre, ¿feliz convivencia?

ElDiario.es


Cada año, en el mundo mueren 70 mil millones de animales para entrar en la cadena alimenticia de las personas, pero una persona vegana es responsable directa de salvar la vida a 200 o 300 animales al año

Foto de Anna Pelzer en Unsplash

Me siento a escribir rodeada de noticias sobre la COP26, pero no se preocupen, que no les voy a dar más la lata con eso. Creo que hay suficientes análisis sesudos sobre lo dicho, lo hecho, y las razones del retraso en poner verdaderamente manos a la tarea de salvarnos. 

Ustedes saben de sobra que el mundo superará en solo 11 años el límite de emisiones de CO2 que marca una catástrofe medioambiental y que el acuerdo de Glasgow para salvar los bosques en 2030 llega mientras se bate el récord de destrucción de la Amazonía.

Se ha dicho muchas veces, pero sigue siendo un misterio, que somos la única especie animal que atenta contra su propia supervivencia. Se dice así para simplificar, porque hemos quedado fuera de la autorregulación de los ecosistemas. Pero dado nuestro grado de conciencia sobre nuestra propia existencia, llama la atención que no podamos dar con respuestas satisfactorias a nuestro ilógico comportamiento. 

Como me gusta leer de todo, me he encontrado un artículo que expone un estudio publicado en Proceedings of the National Academies of Science, que parece demostrar que la actividad cerebral consciente está relacionada con la llamada “sustancia química del placer al obtener la recompensa esperada” o dopamina. Es un neurotransmisor producido en una amplia variedad de animales, incluidos tanto vertebrados como invertebrados, y  cumple funciones de neurotransmisor en el sistema nervioso central. 

Saber esto me intranquiliza. ¿Qué nos pasa? ¿La conciencia se nutre de dopamina, pero para producir dopamina necesitamos experiencias egoístas y altamente perjudiciales para el conjunto del planeta? ¿Es que no podemos hacernos conscientes y encontrar placer en el ejercicio del cuidado y del apoyo mutuo? 

Cambios en el día a día

Por mi propia experiencia les aseguro que podemos perfectamente. Ya saben que soy vegana, lo digo a todas horas en todas partes, y desde mi pasado cumpleaños lo llevo escrito en mi ropa. Y debo confesar que ser vegana es una fuente incesante de placer para mí, debo tener los niveles de dopamina por las nubes. 

Curiosamente la COP26 se celebra en noviembre, mes del veganismo. Gandhi, el político indio, dijo: “debes ser el cambio que deseas ver en el mundo” y aunque es cierto que necesitamos muchos cambios a nivel político y económico, creo que un cambio en nuestro día a día, sería, ahora mismo, tan efectivo como la revolución francesa en su momento. Y sin guillotina. 

Cada año, en el mundo mueren 70 mil millones de animales para entrar en la cadena alimenticia de las personas, pero una persona vegana es responsable directa de salvar la vida a 200 o 300 animales al año. Esto me lo recuerdo a mi misma cada vez que abro la boca. Y es un placer. 

Además, una persona vegana ahorra agua. Los datos sobre el acceso al agua son terribles, y nos informan de que 783 millones de personas en el mundo no tienen acceso a agua limpia, pero mientras tanto la ganadería utiliza casi un 1/3 del agua potable disponible en el planeta (Water Resources and Industry, 2013). ¿Más argumentos? Se necesita un 72% más de agua para criar vacas de  leche que para producir soja, o avena. Y si queremos añadir el componente amoroso a nuestro egoísmo, dejaríamos de torturar a vacas y terneros, obligados a separarse en las 36 horas posteriores al parto, sólo para que los supermercados se llenen de bricks o de quesos. 

Por otra parte, los alimentos de origen vegetal tienen una menor huella de carbono que los de origen animal. La cuarta parte de las emisiones globales proviene de los alimentos. Este cálculo se hace tomando en cuenta los nutrientes necesarios para que crezcan, hasta el transporte necesario para acercarlos a nuestros hogares, e incluso la tasa de desperdicio, no olvidemos que un tercio de todos los alimentos del mundo los convertimos en basura. Pero en este recuento opulento las vidas animales dejan más huella de carbono durante sus vidas esclavizadas y sus muertes violentas.  

Otra ventaja placentera del ser vegano es el ahorro en sanidad, porque la comida vegana, aunque sea ultra procesada sigue siendo 100% libre de colesterol. Y si la dieta vegana es saludable, el plan es perfecto. Una dieta basada en frutas, verduras, cereales y legumbres disminuye el riesgo de desarrollar diabetes. Y por si no lo sabían, el 75% de las enfermedades infecciosas emergentes provienen de ingerir a otros animales.

Y uno no es solidario sólo con los otros animales, o con el medioambiente en general, también hay solidaridad entre personas en el veganismo. Según estudios de viabilidad futura el ve­ganismo es la única forma de alimen­tar a una población creciente. “si todas las personas fueran veganas, y no se desperdiciara comida, la producción actual podría alimentar a 10.000 millones de personas. 

Y en lo cercano debo contarles que las personas que trabajan en los mataderos o en las granjas industriales suelen estar dentro de las escalas más bajas del ranquin social (menores salarios y valoración social), pero la experiencia de coexistir con la violencia extrema cotidiana hace que sean un sector con problemas de salud mental, que van desde la depresión al suicidio.  Esas personas podrían tener empleos más felices en la emergente industria vegana. 

También el mar se beneficia del veganismo. Solo un pequeño apunte egoísta. Los cálculos oficiales hablan de que 300.000 ballenas y delfines mueren cada año víctimas de la pesca industrial. 

Hay muchos, muchísimos más placeres en el estilo de vida vegano. Ojalá los descubran ustedes muy pronto. Yo he aprovechado que la COP26 se celebra en noviembre, para recordarles que si los gobiernos nos dan la espalda, aún no está todo perdido, porque tenemos el poder de decidir qué comprar y dónde, y comprar ya se sabe que es una actividad placentera. 

Vocación de desaparecer

ElDiario.es

No se lo tomen como algo personal. El título quiere expresar brevemente el resultado de lo que ha sido una conversación de una hora larga con mi amiga MariLuz Frejo, la presidenta de SOS112vagabundos, una protectora de Badajoz que recoge en sus instalaciones a perros y gatos, sobre todo, aunque ocasionalmente otros animales pueden encontrar un hogar entre sus muros.

En estos días en que esperamos con ansiedad la primera Ley de Protección Animal de España, que se lleva fraguando en la Dirección General de Derechos de los Animales un año, y en el imaginario de la sociedad civil como mínimo dos décadas; El Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 nos sorprende con una Orden DSA/1045/2021, de 28 de septiembre, por la que se establecen las bases reguladoras para la concesión de subvenciones destinadas a entidades de protección animal. ¿Y a qué la sorpresa, se puede preguntar alguien ajeno a la protección animal? La sorpresa viene dada porque no es habitual subvencionar la labor de las protectoras, que son siempre una iniciativa de la ciudadanía organizada, y conllevan un ingente trabajo voluntario para su sostenimiento, y muchos pequeños donativos económicos de personas comprometidas. 

Tal como lo cuento lo reconoce el Ministerio, que en el primer párrafo explicativo dice: “La presente orden tiene por objeto establecer las bases reguladoras de las ayudas a conceder en régimen de concurrencia competitiva para la financiación a las entidades de protección animal, las cuales se nutren en su mayor parte de donaciones particulares, ostensiblemente reducidas en el último año por la situación general de emergencia sanitaria.”

Y es que cuando desde el otro lado, o sea desde el lobby de la caza o de la tauromaquia por ejemplo, hablan del lobby animalista y nos acusan sin anteponer “presuntamente” de estar financiados con dinero público, incurren en el uso de un descrédito imposible de demostrar, pero que saben que funciona.

Es una práctica habitual, y estudiada académicamente, que cuando quieres crear una mala impresión de alguien, ya sea una persona o una entidad, lo más efectivo y que deja un recuerdo indeleble, es acusar públicamente de robo. Lo de la acusación formal en un juzgado ya es otra cosa, que requiere pruebas, y al ser formulada debe incluir la palabra “presuntamente”.

Por ejemplo, yo creo que el lobby de la caza maneja mucho dinero, presuntamente obtenido de la aportaciones de personas de grandes fortunas aficionadas a ésta práctica que no voy a calificar. Mi sospecha está basada, por poner un único ejemplo, en las campañas con vallas publicitarias que se permiten hacer. Y me toca en lo más profundo porque yo misma he estado intentando sacar adelante algo similar, con el mensaje contrario obviamente, pero me ha sido imposible, por ahora, reunir los cinco mil euros mínimos necesarios que cuesta la instalación de 16 vallas en cuatro ciudades de Extremadura.

Pero retornando al principio. Conversaba con mi amiga MariLuz y le preguntaba si su asociación/protectora va a solicitar la subvención. Y su respuesta es un rotundo NO. Su entidad ha decidido permanecer independiente, salir adelante como lo ha hecho siempre, con el esfuerzo personal de muchos, y poder decir ante las acusaciones de estar financiadas con dinero público: “Estas son mis cuentas, no encontrarás ni rastro de tus impuestos”

Me dice MariLuz, que ella espera del Gobierno más implicación en la protección animal, pero no dando dinero a las protectoras para que puedan seguir recogiendo animales abandonados, sino educando y concienciando a la sociedad para que dejen de abandonar, para que se terminen las camadas indeseadas, o el abandono por aburrimiento. Esperan un esfuerzo en la formación a los cuerpos de seguridad del estado en protección animal, y que no pasen cosas como lo sucedido con dos policías nacionales de Alcalá de Henares, denunciados por su Comisario alegando que no tienen competencia ni debe dedicarse a salvar a los animales. O formando a la fiscalía y a la judicatura en lo que significa los delitos de maltrato, para que se apliquen por fin, multas y sanciones acordes a la crueldad de los actos, o atajando el desinterés de las administraciones. Porque reconozcámoslo, nuestros ayuntamientos son muy deficitarios en el cumplimiento de sus obligaciones legales respecto a los animales, y como sociedad estamos demasiado acostumbradas a mirar para otro lado. El dinero público debería utilizarse para que se pueda poner en marcha por fin, buenas prácticas en todos estos sectores.

Respecto a las ayudas específicas a las protectoras, a SOS112vagabundos le gustaría que hubiera cursos de formación para comprender la Ley y su aplicación, y un órgano de asesoría legal gratuito, como un teléfono de la esperanza, para acompañar en los procesos de denuncias.

También querría que las protectoras estuvieran reconocidas por el estado como entidades de utilidad pública, ya que son colaboradoras activas de las fuerzas de seguridad del estado, no solo recogiendo a los animales, que en realidad es una función que compete a los ayuntamientos, sino como organismos que con su labor desinteresada hacen cumplir la ley.

Habrán sabido del caso de Noa Alonso, la joven agredida en Vigo por salir en defensa de un perro que estaba siendo brutalmente golpeado por su dueño, no es algo que las personas concienciadas con el maltrato animal no vivamos como un riesgo posible cada vez que abrimos la boca. Y sin embargo, la abrimos.

Y es que a nuestra sociedad le queda un largo camino que recorrer, y que madurar, para lograr lo más básico, que es respetar a los animales con los que compartimos la vida. Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) nos dicen que el 40% de los hogares españoles son familias interespecies, pero la fundación Affinity (https://www.fundacion-affinity.org/) nos advierte que el número de perros y gatos recogidos por las protectoras españolas se mantiene estable en los últimos años. Aunque curiosamente la mayor causa de abandono en el 2020 fueron motivos de empobrecimiento económico, un 25%, frente al 10% de animales derivados de la caza, o el 17% de abandonos por desinterés, falta de tiempo o de espacio. Y es que según datos que aporta el borrador de la esperada Ley de Protección Animal, se calcula que aproximadamente la mitad de los animales de compañía “se encuentran fuera del control oficial”.

Para mí es complicado formarme una opinión respecto a la subvención gubernamental, porque entiendo los argumentos de SOS112vagabundos, que sé que son compartidos por otras entidades de protección, pero también comprendo la desesperación y la urgencia en estos tiempos de crisis económica que estamos atravesando. Yo no voy a juzgar a nadie en este sentido, pero me gusta comprender.

Y mientras esperamos nuestra primera Ley de Derechos de los Animales, que nos adelantan será una ley de Sacrificio Cero, acompañada por recursos para alcanzar el abandono cero, según nos ha dicho en el acto del Día de los Animales, Sergio García Torres, Director General de Derechos de los Animales. Mi amiga MariLuz Frejo me recuerda que su entidad nació con vocación de desaparecer, y que se aferra firmemente a esa esperanza cada día y cada noche, cuando agotada física y emocionalmente cierra los ojos. 

Lobo sí, y lobo también

Comenzaré con unos versos, para ponerlo fácil.

La luna me ha dicho,

que os cuente esto:
La tierra es de todos,
también de los lobos.

(Fragmento del poema aparecido en la Revista Gallipata nº7 )

Manifestación a favor del lobo en Andalucía el próximo 16 de octubre, Sevilla.

El próximo 16 de octubre habrá manifestación a favor del lobo, esta vez no será en Madrid, como las anteriores, sino en Sevilla y el lema de la convocatoria es claro, “por el regreso del lobo a Andalucía”. Y es que aunque el lobo es especie protegida en esta comunidad autónoma desde 1986, desde 2012 no hay ni rastro de lobos en la región.

Lo que demuestra que legislar es un gran paso, como el que se ha dado el pasado 21 de septiembre pero no es suficiente, y es nuestra obligación seguir organizandonos y saliendo a la calle para hacer pensar al resto. Y tenemos que seguir argumentando con datos en la mano, para cambiar mentalidades neolíticas que nos acompañan desde hace diez mil años.

Un dato anecdótico, pero a mi entender significativo. En 2018, en el Ayuntamiento de Villanueva de Córdoba, se llevo a pleno y se aprobó (con el voto a favor de PP e IU) prohibir que se utilizase el nombre del municipio con cualquier actividad asociada al programa LIFE-nature «El lobo en Andalucía: Cambiando actitudes». Sí, lo han leído bien políticos en ejercicio oponiéndose a las obligaciones legales del Estado español, miembro de la Unión Europea, y beneficiario de múltiples ayudas, pero por lo mismo obligado al cumplimiento de las normativas comunitarias, en este caso de la Directiva Hábitats que implica la obligación legal de garantizar el estado de conservación favorable de la especie Canis lupus signatus.

Es llamativa esta lucha en el interior de la sociedad humana, entre quienes aman la naturaleza y quienes viven de ella. Un diálogo donde la dialéctica parece no tener cabida.

Y es que la agricultura y la ganadería de la edad contemporanea parecen empeñadas en alejarse de la naturaleza, aplicando un control racional que a todas luces, y con los datos en la mano, va en contra de su propia viabilidad a largo plazo. Estamos mordiendo la mano que nos da de comer.

Es triste comprobar que en esta época de alfabetización absoluta, con acceso a la educación casi total, y teniendo formación interdisciplinar en el sistema educativo, nos cueste tanto entender lo básico de la interdependencia y la ecodependencia.

Soy bisnieta de un cestero. Una parte de mí proviene de una aldea asturiana donde la mayoría de las familias se sustentaba con la fabricación de cestas de castaño que vendían ambulantemente en el norte de Castilla. Me gusta contarlo porque es una profesión extinta que nadie llora, lo que demuestra la importancia relativa de las cosas. Obviamente no había un lobby económico detrás de los cesteros asturianos, y su desaparición no ha sido motivo de berrinches mediáticos. Se fueron los cesteros, silenciosamente, como los lobos. Víctimas los unos y los otros de la productividad enloquecida y de la egolatría posmoderna.

Por mucho que se explique que el lobo es una especie clave en la conservación y la buena salud de los ecosistemas, y que la buena salud de los ecosistemas es crucial para todas las vidas, también para la nuestra.

Por mucho que se explique que el lobo es un animal gregario, como el ser humano, y que al deshacer una manada lo que se consigue es tener individuos inadaptados y temerosos que al volverse vulnerables, menos capaces de cazar herbívoros silvestres, y por lo tanto más proclives a acercarse a la facilidad que ofrece la caza del herbívoro de rebaño. Por mucho que se explique, parece que aún no logramos hacernos comprender.

Por mucho que se explique, el agua se mantiene más limpia donde hay lobos, porque los lobos logran que las manadas de herbívoros no acudan a beber siempre a los mismos puntos, y mantiene el control poblacional, lo que permitiendo que la vegetación ribereña se mantenga y haga su labor de filtro natural, y la sombra de los árboles regule la temperatura del agua permitiendo mayor diversidad de la fauna acuática, lo que hace del lobo un aliado ante la emergencia climática. Parece que aún no logramos hacernos comprender.

Y si esto no fuera suficiente, qué decir de la deuda de gratitud que tenemos al menos desde hace 36.000 años, cuando algunos lobos mutaron en perros y cambiaron el apego hacia su manada, por el apego hacia el ser humano.

Ojalá la manifestación de Sevilla sea tan multitudinaria como lo fueron las de Madrid e incluso más, porque será un gran apoyo a la nueva Ley estatal, será una demostración de cordura y creo que ayudará a hacer pensar a muchas personas. Y quiero recordarles que solemos decir que pensar es lo nuestro.

Seamos realistas, hace mucho tiempo que el lobo ya no es feroz, el lobo es nuestra víctima, y hemos tenido que incluirlo en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial. Cambiemos el cuento, re-eduquémonos por nuestro propio bien.

Los otros animales son víctimas olvidadas de los accidentes nucleares

Publicado en Eldiario.es

Desde una conciencia antiespecista, la autora establece un nexo entre el movimiento de derechos animales y el movimiento antinuclear: quienes defienden a los animales deben hacer presión por el cierre de las centrales nucleares

Para ello intervendrá en el próximo Foro Social Mundial Antinuclear, donde aportará información sobre cómo afecta la radiación a la vida y cómo la sociedad olvida a los animales cuando debe afrontar las consecuencias severas de los accidentes nucleares

Naoto Matsumura cuida a los animales abandonados en Fukushima tras el accidente nuclear. Foto: Página de apoyo a Naoto en Facebook

os días 31 de mayo y 1 y 2 de junio se celebra en Madrid el cuarto Foro Social Mundial Antinuclear. Este año, creo que por primera vez en un foro de estas características, habrá un espacio de 45 minutos para hablar de los animales en los accidentes nucleares.

Cuando presenté la propuesta de ponencia no tenía muy seguro que la fueran a aceptar, pero afortunadamente las mentalidades están cambiando y comenzamos a comprender que, así como los ecosistemas naturales se han hecho complejos para ser exitosos, las causas justas deben estar interconectadas para poder lograr sus objetivos.

Yo llevo años como activista antinuclear, seguramente más que como antiespecista. Como ecologista siempre he sido consciente de que la radioactividad es un peligro para la vida en todas sus formas, y siempre he hablado de cómo afecta a la fauna salvaje. Sin embargo nunca me había parado a pensar en las consecuencias para los animales que conviven con las personas hasta que no leí el libro de relatos Voces de Chernóbil, de Svetlana Alexiévich, Premio Nobel de Literatura 2015.

En el segundo relato, Entrevista de la autora consigo misma sobre la historia omitida y sobre por qué Chernóbil pone en tela de juicio nuestra visión del mundo, encontré este párrafo que me golpeó fuertemente:

En la tierra de Chernóbil uno siente lástima del hombre. Pero más pena dan los animales. Y no he dicho una cosa por otra. Ahora lo aclaro… ¿Qué es lo que quedaba en la zona muerta cuando marchaban los hombres? Las viejas tumbas y las fosas biológicas, los así llamados «cementerios para animales». El hombre solo se salva a sí mismo traicionando al resto de los seres vivos.

Después de que la población abandonara el lugar, en las aldeas entraban unidades de soldados o de cazadores que mataban a tiros a todos los animales. Y los perros acudían al reclamo de las voces humanas…, y también los gatos. Y los caballos no podían entender nada. Cuando ni ellos, ni las fieras ni las aves eran culpables de nada, y morían en silencio, que es algo aún más pavoroso.

Y en el tercer relato, Sobre qué se puede conversar con un vivo… y con un muerto:

Se lo recordaré todo…

La gente se fue, pero se dejó los gatos y los perros. Los primeros días, yo iba de casa en casa y les echaba leche, y a cada perro le daba un pedazo de pan. Los perros estaban ante sus casas y esperaban a sus amos. Esperaron largo tiempo. Los gatos hambrientos comían pepinos…, tomates…

[…]

En casa de la vecina vivía un perrito, lo llamaban Zhuchok. ‘Zhuchok -le decía- si te encuentras primero a alguien, llámame’.

Estos relatos me abrieron los ojos a una dimensión del problema que yo no había valorado antes: la evacuación. De modo que me puse a leer más sobre los planes de evacuación, empezando por el más cercano a mí, el de la Central Nuclear de Almaraz I y II, que está a setenta kilómetros de mi casa. Lo primero que observé es que es un plan de evacuación de 2009, que pese al accidente nuclear de Fukushima no se ha renovado, cuando es de suponer que hemos tenido que aprender sobre aciertos y errores después de un accidente que sucedió en 2011 y del que a día de hoy todavía no se están solventando las consecuencias. Y que ningún plan de evacuación toma en consideración a los animales que conviven con humanos ni, por supuesto, a la fauna salvaje.

Como en el caso de Chernóbil, cuando sucedió el accidente nuclear de Fukushima, veinticinco años después, las personas residentes de la zona afectada se fueron tan rápido que los animales de granja se quedaron amarrados en los establos, las gallinas quedaron dentro de las jaulas y los perros y gatos encerrados dentro de las casas. Estos animales morían de sed y de hambre, abandonados y sin libertad para escapar. Era el infierno en la tierra.

De las vacas tenemos datos: sabemos que había cerca de cuatro mil quinientas vacas en las inmediaciones de la central nuclear, de las que aproximadamente dos mil quinientas murieron de hambre y mil cuatrocientas fueron sacrificadas de manera «humanitaria» por orden del Gobierno. Pero alrededor de setecientas vacas lograron sobrevivir gracias a la desobediencia de personas a las que hemos podido conocer a través de las redes sociales.

El más famoso es Masami Yoshizawa, habitante de Namie, a 14 kilómetros de la central nuclear, y que cuando sucedió la catástrofe que sumó un terremoto, un tsunami y la destrucción de los seis reactores de la central nuclear, era responsable de 328 kuro-wagyu, vacas negras japonesas, a las que se negó a abandonar sabiendo que morirían de sed y de hambre. Y cuando llegó la orden del Gobierno para sacrificar a las vacas y a los cerdos, y a todos los animales domésticos, también se negó, por lo que su granja se convirtió en un santuario animal, y la rebautizó como ‘Rancho de la esperanza’. Allí ha ido acogiendo a las vacas que habían quedado abandonadas en otras granjas.

A él se sumaron otros granjeros, como Keigo Sakamoto, un ex agricultor de arroz que vive en Tomioka, a nueve kilómetros de la central nuclear de Fukushima Daichi y dentro de la zona de exclusión nuclear que se extendió en un radio de veinte kilómetros. En su granja cuida de unas cincuenta vacas, dos avestruces, perros, gatos y otros animales. Keigo Sakamoto también ha convertido su granja en un santuario. Y así hasta nueve granjeros desobedientes.

Naoto Matsumura, es un ex trabajador de la construcción que también se negó a ser evacuado y a quien se conoce como el «guardián de los animales de Fukushima» por el trabajo que realiza para alimentar a los gatos y perros que otras personas dejaron atrás.

El Gobierno japonés ha centrado sus esfuerzos en «limpiar» la tierra de la región. Han invertido veintitrés millones de euros y han contratado a setenta mil personas para remover la capa vegetal del suelo, las ramas de los árboles y otros materiales contaminados que están en las zonas habitadas y los edificios de uso público. Su objetivo es reducir la radiación a niveles que permitan a la gente regresar a sus hogares si lo desean. Pero para los animales de granja la única solución que han dado es, como en el caso de Chernóbil, el sacrificio masivo. Y para los animales de familia, perros principalmente, jaulas donde pasan sus días sin salir. Este «refugio» gubernamental, con sede en Tokio, se llama Dobutsu Kyuen Honbu, una entidad creada después del terremoto de Hanshin, en 1995, con la intención de ayudar en futuras emergencias, pero que ha sido una gran decepción para los amantes de los animales.

De modo que podemos decir que tanto en Chernóbil como en Fukushima el problema de los animales víctimas de los accidentes nucleares ha sido afrontado por personas y entidades particulares. Tenemos, por ejemplo, la Fundación Clean Futures, estadounidense, que dentro de su labor humanitaria ha incluido el proyecto Dogs of Chernobyl. Actualmente tienen mil perros. Sí, han leído bien: mil perros que están buscando un futuro mejor y que son adoptados principalmente en Estados Unidos.

También existe la Clínica Spay de Fukushima, creada por el veterinario Hiro Yamasaki, del Animal Rescue System Fund, que visita el área una vez al mes para llevar a cabo la esterilización de manera segura de los perros y gatos salvajes, y ha atendido a más de dos mil animales de manera económica y segura:

«La esterilización es la forma más práctica y humana de frenar la creciente población de animales salvajes, y la investigación respalda esto», ha declarado Hiro Yamasaki. «Lamentablemente, nuestra clínica es la única que brinda este tipo de servicio. Los veterinarios y burócratas locales no han respondido adecuadamente a la situación. Había que hacer algo».

En la misma línea trabaja la Japan Cat Network, que además se encarga de buscar familias de acogida. Esta entidad mantiene dos refugios, uno de ellos en la ciudad de Inawashiro, en Fukushima, retomando la tarea emprendida por una mujer de la localidad que terminó abrumada por el gran número de animales y la escasez de recursos para atenderlos.

Hay otro aspecto común en los dos casos más graves de accidentes nucleares. La vida salvaje parece prosperar. Cuando vemos las imágenes que nos muestran los medios de comunicación, la naturaleza parece triunfante. Desde Chernóbil nos llegan noticias de manadas de Przewalski, una subespecie de caballo salvaje que es rara y está en peligro de extinción. Se pueden ver manadas de lobos, alces, ciervos, tejones, caballos y castores. Grupos de cuervos, aves de presa e incluso grupos numerosos de cisnes que nadan en el estanque de enfriamiento radioactivo.

Aunque a simple vista todo parezca normal, equipos de investigación de diferentes universidades se han interesado por los efectos de la radiación en los animales. Un estudio del biólogo Timothy Mousseau ha demostrado que, si bien las mutaciones graves ocurrieron justo después del accidente, treinta años después los ratones tienen tasas más altas de cataratas, las poblaciones útiles de bacterias en las alas de las aves en la zona son más bajas, el albinismo parcial entre las golondrinas es más abundante y los cucos se han vuelto menos comunes.

En Japón, la Universidad Ryukyo en Okinawa realiza un estudio sobre las mariposas azules de la especie Pseudozizeeria maha y, aparte de las mutaciones severas que aparecieron tras el accidente, años después las mariposas de la zona que se alimentan con comida radioactiva mantienen las alas mucho más pequeñas y los ojos irregularmente desarrollados.

Las vacas que fueron salvadas de las órdenes gubernamentales han sido estudiadas, con visitas cada tres meses, por veterinarios y expertos en radiación de las universidades privadas de Iwate, Tokai y Kitasato, que crearon una asociación no gubernamental con este fin.

Desde antes incluso de tener una conciencia antiespecista real, me sorprendía la falta de nexo entre el movimiento que reivindica los derechos de los animales y el movimiento antinuclear. Entiendo, aunque no comparto, que desde el ecologismo tradicional -que no es antiespecista- se dé la espalda a los animales, pero no puedo comprender que quienes defendemos a los animales no estemos haciendo presión por el cierre de las centrales nucleares, oponiéndonos a los proyectos de minería de uranio a cielo abierto o a los cementerios nucleares que buscan instalarse en reservas naturales, zonas ZEPA o Parques Naturales.

Creo que esto sucede porque no tenemos suficiente información sobre cómo afecta la radiación a la vida, y sobre cómo la sociedad olvida a los animales cuando debe afrontar las consecuencias severas de los accidentes nucleares que ocurren, tal como indica su nombre, de manera imprevista, alterando la marcha normal de las cosas. Por eso me gustaría invitar desde aquí a toda la comunidad animalista a acudir al IV Foro Social Mundial Antinuclear que tendrá lugar en Madrid, porque la información es imprescindible para trazar el camino a un futuro más justo.

Se celebra en Mérida la I Jornada de la Alegría contra el maltrato animal

El 15 de abril a las 10h de la mañana era la cita en el parque de las VII Sillas de Mérida. Tres entidades se encargan de la organización: Asociación Salvemos Animales de Mérida (SAM), Batallón Perruno Mérida y Plataforma de Defensa Animal Extremeña. Ocho entidades de diferente tipo han colaborado y una larga lista de personas del mundo del arte, la música, el deporte o la danza han amenizado la jornada. Tal como corresponde al nombre, se respira alegría entre las personas que organizan y entre las que van llegando.

El tiempo, nublado y a ratos lluvioso, no hacía presagiar el éxito de público de la convocatoria. Sin embargo, desde las once y media de la mañana se ha mantenido una nutrida afluencia de público y emotivos encuentros entre las personas voluntarias de las protectoras y familias adoptantes, que llegaban con los perros que los unen. Si el éxito de público normalmente se mide por el número de personas, en un evento animalista también habría que añadir a los perros que se saludan, juegan y vienen a olfatearte amigablemente.

El Ayuntamiento de Mérida ha dispuesto casetas, baños y sonido para la realización del evento, que ha sido polémico por coincidir con la manifestación del colectivo de cazadores. Desde El Salto, hemos hablado con algunas personas de las entidades organizadoras y les hemos preguntado la razón para elegir la fecha.

La caza provoca cada año la muerte de 50 millones de animales, utilizando para ello más del 95% del territorio. Envenena el medio ambiente y, en particular, a la avifauna con el vertido de unas 6.000 toneladas de perdigones de plomo
Alessandra, presidenta de SAM nos responde: “La nuestra es una protectora pequeña, que recoge cada año unos cien perros abandonados. Las causas del abandono son tres principalmente. La primera, que la familia del animal se cansa y lo abandona. La segunda, la crisis económica que provoca cambios de ciudad o de país, y obliga a las familias a desestructurarse. Y la tercera, que es la que nos obliga hoy a estar aquí, son los perros abandonados por los cazadores”.

Además, provoca la desaparición de la fauna silvestre autóctona mediante sueltas incontroladas y, sobre todo, a través del uso todavía muy extendido de venenos, lazos y cepos para acabar con los depredadores. Da lugar al maltrato animal, no sólo de las víctimas de la caza, sino también de los perros que se emplean en rehalas y cacerías, argumenta el Manifiesto No cazador de Ecologistas en Acción.

En los días previos a la jornada, la web del Ayuntamiento de Mérida y sus redes sociales han sufrido acalorados debates al ser acusado de dar apoyo al colectivo animalista contra el colectivo cazador. Vanessa, de la asociación Batallón Perruno, un colectivo de personas voluntarias que se dedican a pasear a los perros que llegan a la perrera emeritense, nos dice: “El Ayuntamiento no toma posición. Nos da lo que nos corresponde como ciudadanía. Tenemos derecho a pedir porque damos mucho. Es gracias a las protectoras que Mérida ha logrado ser una ciudad de Sacrificio Cero. Los animales abandonados son muchos, cada año se recogen en Mérida entre cuatrocientos y quinientos perros. Somos las personas de a pie quienes nos organizamos para que estén mejor atendidos y para encontrarles adopciones. El Ayuntamiento sabe que es su deber responder ante la ciudadanía”.

Y entendemos que por esa razón, y en reconocimiento a esa colaboración ciudadana, hubo presencia institucional paseando entre los puestos o consumiendo alguna tapa de las que se servía en la barra (las tapas veganas eran aportación de Fusiona Gastrobar).

Hemos visto al concejal del PSOE encargado de Policía Local y Seguridad Ciudadana, entre otras funciones, Marco Antonio Guijarro Ceballos; al concejal del PSOE Rafael España Santamaría, concejal delegado de Urbanismo, y también al concejal portavoz de Mérida Participa, Ramón Carbonell, que se acercó para apoyar y mostró su satisfacción por la afluencia de público y por la implicación del consistorio al poner casetas y baños para facilitar el desarrollo de las actividades pese a la lluvia, en declaraciones a nuestro diario.

La tercera entidad organizadora, la Plataforma Defensa Animal Extremeña, valora muy positivamente la unión de los colectivos animalistas de la región y también de empresarios y asociaciones de la propia ciudad de Mérida, que han respondido al llamamiento con generosidad porque cada vez más personas entienden que el ocio y la cultura pasan por respetar el medio natural, y por no abusar del resto de seres vivos.

Hubo una cierta tensión cuando tres cazadores con escopetas asomaron por el puente romano, cercano a la zona donde se desarrollaba la jornada. La policía nacional no dejó de patrullar durante toda la mañana y primera hora de la tarde ante la posibilidad de algún tipo de enfrentamiento, que afortunadamente no llegó a producirse.

La lectura del manifiesto La defensa de los no cazadores estuvo a cargo del actor y director Francis J. Quirós, y comenzaba con esta declaración de intenciones: “Los animales, al igual que nosotros, son seres sensibles al dolor y a la crueldad, con la diferencia de que ellos no pueden manifestar ni denunciar la injusticia de la que frecuentemente son víctimas. Por todo ello, quienes poseemos la facultad de discernimiento y conocemos la servidumbre del dolor, tenemos el deber moral de luchar de forma no violenta para erradicarlo de la sociedad.”

La nota más tierna la puso Abba, una galga de entre 5 y 6 años que apareció ayer abandonada muy cerca del lugar de las jornadas, en lo que se conoce como Parque de la Isla. Abba, cojeando aún de una lesión aún por determinar, se acercó de la mano de José, un joven voluntario de Batallón Perruno que se había dado el trabajo de quitarle las garrapatas antes de sacarla de paseo para que Abba pudiera disfrutar de las caricias de grandes y pequeñas.

12 razones para la desconexión nuclear

Publicado en el blog Desconexión nuclear de El Salto Diario

Un mes antes de la huelga feminista, las mujeres que de una u otra forma (profesional o activista) nos movemos en torno a la energía, nos dimos cita en Bilbao para reflexionar juntas y una de las cosas que sacamos en claro fue que desde un planteamiento ecofeminista la energía debe ser un derecho y no un bien de consumo. Teniendo siempre claros los límites del planeta en el uso que hagamos de la misma. Obviamente desde esta perspectiva sólo las energías limpias tienen cabida, sin embargo te traigo aquí algunos argumentos que pueden resultar útiles en un debate convencional entre personas que no tengan tan claros los principios de la ecodependencia y la interdependencia.

El pasado 8 de marzo vivimos una huelga sin precedentes, algo que muchas de nosotras no hubiéramos imaginado ni en nuestros mejores sueños. Y vimos cómo las calles se llenaban de mujeres, y de hombres, que pedían un cambio en la forma de entender la vida y las relaciones. El manifiesto feminista decía: “Gritamos bien fuerte contra el neoliberalismo salvaje que se impone como pensamiento único a nivel mundial y que destroza nuestro planeta y nuestras vidas”.

Una de las formas de gritar bien fuerte es gritar pidiendo el cierre de las centrales nucleares, porque no podemos decir que queremos cuidar el planeta y a la vez producir/consumir una energía que pone en peligro la biodiversidad cada segundo que pasa.

Un mes antes de la huelga feminista, las mujeres que de una u otra forma (profesional o activista) nos movemos en torno a la energía, nos dimos cita en Bilbao en el I encuentro Género y energía para reflexionar juntas y una de las cosas que sacamos en claro fue que desde un planteamiento ecofeminista la energía debe ser un derecho.

Teniendo siempre claros, por supuesto, los límites del planeta en el uso que hagamos de la misma. Obviamente desde esta perspectiva sólo las energías limpias tienen cabida, sin embargo te traigo aquí algunos argumentos que pueden resultar útiles en un debate convencional, entre personas que no tengan tan claros los principios de la ecodependencia y la interdependencia.

Estas son doce razones argumentadas para exigir la desconexión nuclear. Comencemos por el principio:

1.- La extracción del uranio
Cuando abres una mina encuentran rocas con un gran cantidad de este mineral que puede contaminar el aire, el agua y la tierra. Bruno Chareyron

Aproximadamente, por tonelada de uranio, se generan 3.700 litros de residuos líquidos. A lo que añadimos los residuos sólidos de radio (elemento que da el nombre a la radioactividad) y otros elementos, que suponen unas cien veces el peso del material obtenido; una mezcla donde hay restos de ácido sulfúrico, bióxido de manganeso, carbonato e hidróxido de sodio, cromo, cobalto, cobre, hierro, isodecanol, molibdeno, níquel, radio 226, radio 222, vanadio, y algo de uranio aún. Los compuestos radiactivos poseen una vida media que, en algunos casos, se cuenta en miles de años.

Para extraer el uranio se dinamitan cientos de hectáreas para poder acceder al mineral que de forma natural se encuentra diseminado. Una vez reunido se muele y se realiza la lixiviación para lo que es necesario el ácido sulfúrico que ayuda a decantarlo. En el proceso de decantamiento ya tenemos emisiones de radiaciones ionizantes alfa, beta y gamma, y metales pesados solubles en ácido y gas radón 222. Pero ya hemos obtenido el uranio y algunos otros elementos como el torio, radio, protactinio, plomo, polonio.

Todas sabemos que el uranio obtenido en este proceso es altamente cancerígeno, lo sabemos de forma natural al observar a las personas que viven cerca de estas minas y a quienes las trabajan. También lo sabemos por las pruebas realizadas en animales. Sin embargo, no se ha descrito ningún tipo de cáncer en seres vivos como resultado de la exposición al uranio natural o empobrecido.

Aunque sabemos que el uranio empobrecido (U-238) se utiliza en la industria armamentistica. Este tipo de uranio que tiene una vida media de 4.500 millones de años.

2.- Los reactores nucleares liberan radiactividad en el aire y en el agua de forma continua para su correcto funcionamiento
Sin necesidad de accidentes, aunque nos hacen creer lo contrario, las centrales nucleares mantiene un flujo pequeño pero constante de fluido que expone a todas las criaturas vivas a las radioactividad que pasa por la tierra, por el agua y por el aire.

Para su correcto funcionamiento deben liberar isótopos radiactivos en pequeñas cantidades.

3.- Los residuos nucleares se mueven de un lugar a otro
Mover los residuos nucleares es un actividad de alto riesgo y sin embargo es algo que se hace de forma continuada porque los tratamientos necesarios para su almacenaje rara vez pueden realizarse en el mismo lugar en que se producen. Los residuos generados en España deben viajar a Francia, y regresar, antes de poder ser almacenados

4.- Almacenar residuos durante miles de años de forma permanente
Vamos por la cuarta razón para la desconexión nuclear y seguimos hablando de residuos. La verdad es que desconocemos aún cuál puede ser el método seguro que permita almacenar residuos nucleares. Por supuesto, no tenemos ni idea de como eliminarlos o al menos neutralizarlos de forma segura. Ya en 1977 el presidente estadounidense Jimmy Carter tomó medidas para detener la producción y en un artículo del periódico El País de octubre de 1985 se cita el Informe Flowers (sexto informe de la Comisión Real del Reino Unido sobre Contaminación Ambiental, septiembre 1976) concluía emitiendo un veredicto crucial: «No debería permitirse un compromiso con un amplio programa de energía nuclear (sería irresponsable y moralmente equivocado) hasta que no haya sido demostrado, por encima de cualquier duda razonable, que existe al menos un método que garantice la seguridad del almacenamiento de los residuos altamente radiactivos para el futuro indefinido».
Estas cuestiones continúan sin respuesta.

5.- Nuestra salud o la de cualquier ser vivo
Los problemas de cáncer son la parte más visible de la cercanía a minas, centrales nucleares o cementerios de residuos. La leucemia es una de las enfermedades que suelen estar asociadas a la contaminación del cuerpo con uranio enriquecido (diferenciar del natural o empobrecido). La ingestión de la manera que sea, de grandes cantidades de uranio daña los riñones e impide su funcionamiento. También el cáncer de la glándula tiroides (uno de los órganos del cuerpo más sensibles a la radiación), es habitual.

Las radiaciones ionizantes no controladas provocan alteraciones en el ADN.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), de forma normal una persona recibe unos 3 milisieverts (unidad que mide la dosis de radiación absorbida por la materia viva) en un año normal, el 80% a través de fuentes naturales de radiación y el resto a través de procedimientos y pruebas médicas.

No debemos olvidar que la radiación reduce el número de glóbulos blancos y eso nos hace más vulnerables a las infecciones.

6.- DDHH
Las normas sobre la seguridad en lo relativo al contacto con la radiación se están relajando de forma permanente. Cada nueva regulación es más laxa que la anterior, lo que significa que cada vez estamos más expuestas.

Los residuos siempre se llevan para su almacenamiento a zonas económicamente empobrecidas, lo que hace que sean las poblaciones más vulnerables las que, por una compensación económica, se arriesgan a vivir cerca de una fuente de radiación que va a durar miles de años. Si le sumamos lo anterior, parece que en lo que respecta a la energía nuclear, las clases sociales existen y los DDHH son continuamente vulnerados.

7.- Derechos medioambientales
En 1972 se comenzó a hablar de los derechos medioambientales durante la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Humano, celebrada en Estocolmo. Se habla de la necesidad de un entorno humano saludable. Y puede parecer que Naciones Unidas tiene bonitas palabras que nunca se pueden llevar a la práctica, pero en estos días en que la Constitución Española de 1978 está tan de moda, es bueno recordar que en su artículo 45 establece que tenemos derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado para el desarrollo de la persona, así como el deber de conservarlo, y que los poderes públicos velarán por la utilización racional de todos los recursos naturales, con el fin de proteger y mejorar la calidad de la vida y defender y restaurar el medio ambiente, apoyándose en la indispensable solidaridad colectiva.

8.- Derechos Animales
Los animales no humanos con quienes compartimos el planeta tienen derechos, aunque no exista un documento que lo ponga por escrito. Los animales silvestres necesitan un entorno adecuado para el digno desarrollo de su vida. Las minas a cielo abierto, o el sobrecalentamiento constante del agua en la que viven o de la que beben, son aspectos que perturban gravemente el desarrollo de sus vidas.

Durante milenios el pensamiento occidental ha justificado la intervención en el medio natural y las consecuencias negativas para el resto de seres vivos, amparándose en una supuesta superioridad basada en una jerarquización de la vida. Cualquier acción humana realizada para nuestro propio interés, estaba por encima del interés de animales y plantas. Ya no podemos continuar amparándonos en este tipo de excusas, nuestra naturaleza biológica deja en claro que somos animales y nuestra ética debe ponernos en nuestro lugar, osea en un plano de igualdad respecto al resto de la vida en el planeta.

9.- Económicas
Donde se produce un accidente nuclear no hay otra opción que abandonar el lugar. Tenemos el ejemplo de Chernobyl, actualmente un paraje abandonado, pero que significa un elevado coste monetario de más de 350 mil millones de dólares.

A partir de los 30 años de funcionamiento, cuando se amortizan la centrales nucleares, los propietarios de éstas pagan 1,5 € por kWh producido, mientras que lo venden a unos 5,5 € al mercado de la electricidad. Una empresa así es el sueño de cualquier capitalista, pero está fuera de cualquier otro análisis económico donde además del capital se ponga en el balance el coste en el bienestar de las personas, de los animales y del equilibrio ecológico.

Además, la obtención de kilovatios a través de centrales nucleares requiere la importación de uranio, que según datos del Foro Nuclear procede de Rusia en un 45%, Australia 22%, Níger en un 20% y el resto se reparte entre Kazajistán, Canadá, Sudafrica y Ucrania.

Según el Foro Nuclear, el uranio para alimentar a las centrales nucleares está garantizado durante los próximos 100 años, lo que desde el punto de vista de la economía feminista, significa que se acaba en tres generaciones. Osea, mañana mismo.

10.- La solidaridad intergeneracional
Creo que queda claro que la energía nuclear, desde su comienzo hasta su no-final, puesto que los residuos permanecen radiactivos durante miles de años, es uno de los mejores ejemplos de todo lo que de perverso hay en nuestra sociedad. Mantener la energía nuclear, cuando no sabemos manejar de forma segura los residuos que produce, delega en las generaciones futuras el riesgo, las consecuencias y la responsabilidad de gestionarlos.

11 .- Falta de transparencia
La desinformación es la norma en las zonas donde existe minería de uranio, centrales nucleares o puntos de almacenaje. La información que nos llega es gracias a filtraciones y lo más habitual es que los máximos responsables no acuden cuando son citados.

Aunque el CSN se define como un ente independiente de la Administración General del Estado que rinde cuentas al Congreso y al Senado, la verdad es que dilatan los periodos entre sus apariciones, a veces hasta dos años completos, y han ido relajando la normativa para la seguridad, dando así más facilidades a las grandes empresas energeticas, de las que también deberían ser independientes.

12.- Frena el desarrollo de las energías renovables
Uno de cada tres kilovatios utilizados en 2017 fue producido por el viento, el agua, el sol o la biomasa del territorio que compartimos. Sin embargo, esto no es una buena noticia, deberíamos producir más de esta energía limpia y a la vez replantearnos nuestro consumo, ya que nuestra dependencia energética está 20 puntos por encima de la media europea. Esta situación es la causa de que una buena parte de nosotras estemos expuestas al fenómeno llamado “pobreza energética”, dado que los precios que pagamos por la energía vienen impuestos por el mercado internacional.

En el estado español las importaciones han crecido un 18% en 2017 y el déficit energético ha aumentado un 30,4%, lo que nos aleja del objetivo con el que comenzábamos este artículo, entender la energía como un derecho.

Y quiero terminar con unas palabras en memoria de las casi dos mil encinas muertas en Retortillo. La vida de un árbol también debe ser defendida, un árbol tiene derecho a cumplir su ciclo y estas casi dos mil encinas perecieron en un acto de soberbia comercial, cuando Berkeley decidió darnos la impresión de que la mina a cielo abierto era un hecho incuestionable. Víctimas inocentes del marketing mal entendido, victimas inocentes de la prepotencia de unos animales que han olvidado que son solo una parte más en el delicado equilibrio de la vida: nosotros.

“No creo que llegue a ver jamás
un poema tan bello como un árbol”
Joyce Kilmer

Derechos laborales, ¿para quién?

Con motivo del próximo Día Mundial del Trabajo, y al hilo de la lectura de
Los animales son parte de la clase trabajadora,
ensayo de Jason Hribal publicado por Ochodoscuatro ediciones, la autora reflexiona sobre una realidad que debemos reconocer, y actuar en consecuencia

Vertedero en el Bordo de Xochiaca (Ciudad de México), 2014. Foto: Traslosmuros.com

Estamos cercanas al 1 de mayo, un día para reivindicar la dignidad. Pero, ¿la de quién? Hasta el siglo XVIII, la gente hablaba de dignidad refiriéndose al estatus, a la posición que se ocupaba dentro de la pirámide social. Después, con Kant, comenzamos a hablar de dignidad humana: «El hombre es un fin en sí mismo, no un medio para usos de otros individuos, lo que lo convertiría en una cosa. Los seres irracionales, como los animales, pueden ser medios para, por ejemplo, la alimentación, en cambio la existencia de las personas es un valor absoluto». Y esta reflexión exitosa sienta las bases para trabajar hacia una sociedad más igualitaria entre nosotras, las personas.

Pero la idea de Kant, tal como está expresada, no resultaba cómoda para todo el mundo, ni siquiera en su época. Ya en 1640 había dado comienzo un resurgimiento del pensamiento pitagórico a través del vegetarianismo como forma de vida y el primer congreso que reflexionaba sobre «derechos para las bestias» tuvo lugar en 1796. Desde entonces, cada vez más y más personas hemos ido siendo conscientes de que la irracionalidad no es tal, y por ello asumimos una visión ecoética de nuestra forma de vida. El androcentrismo ya no nos sirve, hemos abierto la mente un poco más, aunque no lo suficiente.

Hace unos meses, justo cuando emprendía el viaje al encuentro europeo sobre ‘Carne y cambio climático’, cayeron en mis manos dos libros de Ochodoscuatro Ediciones: uno era la traducción de Los animales son parte de la clase trabajadora, de Jason Hribal; el otro, En ese sitio maldito donde reina la tristeza… Reflexiones sobre las cárceles de animales humanos y no humanos, de Asamblea Antiespecista de Madrid. Ambos me han ayudado a ordenar el desafío narrativo que es para mí la historia del trabajo y la exclusión social.

Provengo en parte de una familia de ganaderos en Asturias. Mi abuelo paterno tenía la extraña costumbre de cepillar a cada una de las vacas para leche con un cepillo para caballos, cada día del invierno. El invierno era la época en que dormían en el establo y corrían mayor riesgo de ensuciarse. Allá por el año 1975, mi padre me explicó que hacíamos esto para agradecerles que sustentaran la economía familiar. De modo que he crecido sabiendo que las vacas son parte de la clase trabajadora y que las personas que son sus jefas son las responsables de que reciban un trato mínimamente justo a cambio de todo lo que dan. Sin embargo, este trato afectuoso y cercano no me redime del uso y del abuso que durante un tiempo he hecho de tantas vidas inocentes, nacidas en cautividad.

Como lectora que soy, creo en la importancia de la denuncia narrativa, la importancia de dar testimonio. Creo en el poder de la biografía como instrumento de empoderamiento, tal como hizo Anna Sewell en 1877 cuando escribió Black Beauty para denunciar el maltrato al que eran sometidos los caballos en la Inglaterra victoriana. Su libro, lleno de sensibilidad, logró remover conciencias, que presionaron para cambiar leyes. Y esto nos lleva al núcleo mismo del problema: la sensibilidad.

Es muy frecuente escuchar la contraposición entre ciencias y humanidades, como si la razón estuviera de un lado y la emoción del otro, y poner a quienes defendemos que los animales tienen derechos del lado presuntamente más despreciable de la balanza, el lado de las emociones. Pero, ¿puede alguien vivir sin sus emociones? Las emociones son una respuesta evolutiva que nos asegura la supervivencia, y la ciencia a día de hoy tiene estudios contrastados que nos demuestran cómo las emociones rigen nuestras vidas, porque son previas y marcan nuestro razonamiento.

La ciencia demuestra también que otras especies animales, ya sean mamíferos como nosotros, o aves o peces, tienen emociones que se manifiestan en bienestar, o dolor, o ansiedad. Pueden sentir de forma física y psicológica. Por eso hablamos de bienestar animal al legislar sobre las condiciones de su cautividad, que incluyen su alimentación y su socialización (masificación o aislamiento). Gracias a la etología cognitiva se va demostrando que los animales tienen de forma continuada comportamientos inteligentes que muestran una forma de razonamiento que ofrece soluciones a los problemas que les surgen en su día a día. Son, por tanto, protagonistas de sus propias vidas.

Y por eso me parece que es hora de afrontar que hemos utilizado y seguimos utilizando mano de obra esclava, no solo de otras personas, sobre todo mujeres (la prostitución sigue siendo el mayor exponente de un infierno real para la mayoría), sino de otras especies, de las que cada vez ampliamos más el abanico.

Cuando en el siglo XVIII se inició la Revolución Industrial fue en parte gracias al cambio de mentalidad, la lógica del trabajo en cadena, la lógica del balance de perdidas y ganancias. Tendemos a pensar que la revolución industrial fue impulsada por la tecnología, pero la realidad es que la tecnología se impuso cuando se vio que era imposible para la nueva mentalidad contar con la fiabilidad de los animales.

Por ejemplo, el caballo pit pony fue desarrollado por la minería subterránea para la extracción del carbón que impulsó el tren y el transporte de mercancías (Jason Hribal). Curiosamente, en el fondo de las minas los animales y las mujeres se encontraron trabajando por la comida y el alojamiento. En 1930 la especialista en historia de las mujeres Ivy Pinchbeck publicó su estudio sobre la Revolución Industrial de Inglaterra Women Workers in the Industrial Revolution, 1750-1850 y concluyó que la liberación de las mujeres está íntimamente relacionada con este cambio de paradigma productivo.

Las mujeres recorremos desde entonces nuestro propio camino de liberación, pero no así los animales, que van pasando de una forma de explotación a otra debido a que no hemos cambiado nuestro forma de verlos y de relacionarnos con ellos: seres con entidad y vida propia en lugar de cosas.

La sociedad urbana, que es la mayoría de la población en Europa, busca de forma continua los puntos en común que tenemos con los otros animales. Nace este deseo de un mayor conocimiento de nuestra propia biología y por tanto de nuestra animalidad, pero entra en contradicción con los parámetros de la industria, que nos menosprecia argumentando que nuestro pensamiento es antropomórfico y herético. Nos acusan de ser sensibleras, y ya sabemos que menospreciar las cualidades del otro es una vieja fórmula heteropatriarcal para eludir el debate.

Nacemos y crecemos en un sistema desigual, aprendemos en nuestros primeros años a conformarnos en la desigualdad. La escuela, con su sistema de calificaciones y su énfasis en lo que es y lo que no es valioso, pone su granito de arena en el mantenimiento de nuestra visión escalonada de las relaciones y de la justicia. Pocas personas saben que lo que el cine nos muestra como un horizonte posible y que genera un debate ético acalorado, ya es realidad en la industria láctea. Hablo del semen sexado: la selección genética para determinar el sexo del feto desde la inseminación y garantizar así, de una forma más eficiente, el nacimiento de más vacas. Es un método caro, pero en las grandes granjas industrializadas resulta muy rentable.

Algunas personas me dirán que me creo cualquier cosa, pero vivo en una zona rural y sé, porque he estado allí, que cada cereza comercializada por la cooperativa de agricultores del Valle del Jerte es fotografía 24 veces por un ordenador para ser clasificada y determinar cuál será su canal de distribución. La tecnologización de nuestro mundo va mucho más allá del uso del móvil para leer el periódico. Hemos logrado hacer difícil lo fácil.

Nuestra imaginación, ese rasgo tan humano, no tiene límites en lo que se refiere al uso que hacemos de los animales. ¿Has escuchado hablar de las granjas de depredadores para proveer orina? El olor del depredador mantiene alejados a los grandes mamíferos herbívoros de las autopistas, asegurando así la seguridad de quienes circulan por la vía rápida, o de las parcelas de frutales, que son un lugar goloso para estos animales. De modo que recolector de orina es una nuevo trabajo para humanos, y la orina de coyotes, zorros y lobos se puede comprar en Amazon. Para conseguir orina en grandes cantidades y de una forma controlada se fuerza a los depredadores a beber cerveza dentro de granjas cerradas.

Por eso, en esta reflexión alrededor del día del trabajo, debo hacer una invitación a ser parte de un proyecto político de solidaridad intraespecies. Las condiciones de vida y de trabajo de todos los terrícolas deben ser parte de nuestra agenda de derechos y deberes para liberarnos.

Con la vista puesta en el Día Internacional del Trabajo, un día promovido por el movimiento obrero internacional, y desde un blog que ha elegido como título un gesto significativo, el abrazo de un hombre compasivo a un caballo víctima de una jornada de trabajo intolerable. El camino es claro. La argumentación de Hribal pone el foco en una realidad que debemos reconocer y actuar en consecuencia. Los animales son parte de la clase trabajadora.

Una mirada verde a los derechos de los animales

Desde el partido EQUO y el movimiento ecofeminista, la autora defiende que ecologismo y animalismo tienen objetivos complementarios, y hace a los verdes un llamamiento para incorporar en su proyecto político los derechos de los animales

Foto: a-shuhani

Gracias al ecofeminismo, el movimiento ecologista está cambiando su propio paradigma, basado fundamentalmente en la racionalidad científica de comienzos del pasado siglo, que llevaba a nuestras predecesoras a mirar los ecosistemas desde fuera, como si nuestra propia realidad biológica no fuera parte integrante de la vida en el planeta. Gracias al ecofeminismo ahora somos capaces de mirar con ternura, sabedoras de que las emociones son una parte irrenunciable de nuestro ser persona. Pensadoras como Ariel Salleh o Tom Regan, que han incorporado a nuestro imaginario colectivo términos como ‘deuda ecológica‘, también hacen un llamamiento a reclamar derechos para los animales. Esos seres que la ciencia ha demostrado que sienten pero cuyo lenguaje los seres humanos aún no alcanzamos a comprender.

Cuando Petra Kelly hacía un llamamiento a ser tiernas y subversivas, no sé si tenía en la cabeza a las personas que trabajamos por los derechos de los animales, pero creo que pocos movimientos sociales son tan tiernos, al tiempo que subversivos, como este. Por eso, desde la ecología política, con un planteamiento holístico de la vida y de las relaciones que se desarrollan en este planeta finito, no queda más alternativa que trabajar por la defensa de la dignidad de la vida en su conjunto y en su individualidad.

Desde el Partido Verde europeo se reclama que el bienestar animal se incluya como una consideración inapelable en todos los acuerdos comerciales.

Ser verde pasa por preocuparse por el bienestar de los animales salvajes, conservando el equilibro de sus hábitats, y pasa por preocuparnos de los animales que forman parte de nuestras familias, enriqueciendo nuestro día a día con el afecto que nos regalan; pero también nos ocupamos y nos preocupamos por los animales de granja, cuyas vidas están tan condicionadas por el comercio y la productividad que es demasiado fácil olvidar que su dignidad y su bienestar debe ser defendido porque no son objetos de consumo.

Millones de animales viven unas vidas mucho más cortas de lo que su naturaleza biológica prevé, y mueren en condiciones brutales dentro de la cadena de la industria alimentaria. Y la realidad más oculta: la experimentación con animales -esa práctica cruel a la que deberíamos ser capaces de renunciar, gracias a las posibilidades que nos ofrecen las nuevas tecnologías combinadas con el conocimiento acumulado- también es parte de nuestra tarea política.

Cada uno de los aspectos del maltrato animal está en relación con el sostenimiento de un modelo social violento, con estructuras jerárquicas que nos alejan de la democracia directa y de las relaciones emocionalmente equilibradas que deseamos mantener dentro de ese proyecto transformador que es ser verde y actuar como tal. La ternura desde la que partimos siempre emana de la Declaración Universal de Derechos Humanos, y se nutre para crecer de la Carta de la Tierra y madura al sol de la Declaración de los Derechos de los Animales (no reconocida oficialmente), tres pilares para trabajar día a día por las personas, los animales y la naturaleza.

Es cierto que animalismo y ecologismo no son lo mismo, ni tienen los mismos objetivos; sin embargo, los objetivos son complementarios. El ecologismo se centra en la defensa de los sistemas, y el animalismo defiende la vida individual de quienes los pueblan. Hoy por hoy, los verdes damos un paso más y defendemos también la vida individual de cada árbol, porque tomamos conciencia de que este hogar que defendemos corre el riesgo de morir por asfixia, sin sombra fresca a la que pedir auxilio.

Es cierto que queremos alterar el orden, queremos cambiar el paradigma del ‘hombre’, ese varón que se autonombra dueño y gestor de la vida en el planeta, un paradigma asentado en la ignorancia y el desconocimiento. La ciencia nos abre los ojos, y la defensa de los derechos de los animales se apoya en el conocimiento biológico de nuestra animalidad y nos descubre que eso que llamamos humanidad, esa capacidad tan nuestra de sentir alegría y dolor, no es solo nuestra. La alegría y el dolor, el afecto y el miedo son binomios que se dan en toda vida.

Las legislaciones del mundo contemplan a los animales como objetos, nos obligan a decir «soy dueña de este cordero o de este perro», aunque en nuestro corazón sabemos que ni el vínculo afectivo, ni siquiera el comercial, debe estar basado en la ley de la propiedad. Por eso queremos cambiar la legislación, por eso somos un partido político para lograr leyes que regulen una relación de igual a igual con la naturaleza y con sus habitantes no humanos.

De los ecofeminismos, a veces con más ciencia, a veces con más magia (que la magia es muy necesaria para nutrir la narración de nuestras vidas humanas, y eso sí es algo que la ciencia nos muestra como una característica única de nuestra especie), aprendemos que ecologismo y animalismo son complementarios en este proyecto verde que nos ha nacido de la amígdala y de los lóbulos frontales, porque en esta urgencia de defender a los animales no podemos olvidar que está implícita nuestra urgencia de salvarnos a nosotras mismas.